El volumen del manga de Berserk que jamás será animado
Introducción
Berserk es la obra maestra del legendario Kentaro Miura, un manga conocido por su crudeza, su estilo de ilustración único y una historia tan profunda como oscura. A lo largo de los años, varios estudios han intentado llevar esta épica historia a la pantalla, pero nunca lo han logrado por completo.
El primer intento llegó en 1997 de la mano del estudio Oriental Light and Magic, cubriendo la saga del Espadachín Negro y la Edad de Oro. Luego, en 2012, el estudio 4° nos trajo una trilogía de películas que volvieron a contar la Edad de Oro con una animación más actual. Finalmente, en 2016, llegó una nueva adaptación que abarcó parte de la saga de la Condena
Lo curioso de todas estas adaptaciones es que ninguna se atrevió a contar la historia completa. Muchos episodios y personajes quedaron en el olvido, y en algunos casos, se hicieron cambios que terminaron afectando la continuidad de la trama. Así que, lamentablemente, hay partes del manga que probablemente jamás veremos animadas. ¿Será que algún día tendremos una adaptación fiel?
El rescate de la torre de los 1000 años o la torre del renacimiento
Todo comienza después del rescate de Griffith, quien había estado prisionero durante un año en la temida Torre del Renacimiento. En este punto, vemos al rey de Midland completamente devastado, al punto de recurrir a los temibles Bakiraka, un grupo de mercenarios del Este, a quienes les encarga una misión clara y despiadada: exterminar a Griffith y a todos los demás… con excepción de la princesa, quien los acompañaba.
El escape que nunca vimos en el anime
Mientras nuestros protagonistas huyen bajo tierra, no tienen idea de que están siendo perseguidos por el temible grupo de mercenarios del Este: los Bakiraka. Curiosamente, esta parte fue completamente omitida en las adaptaciones animadas, donde pasamos directamente de una persecución a los momentos previos al Eclipse.
Siguiendo con la historia, la banda es emboscada por uno de los mercenarios, y de repente, en un ataque sorpresa, los Bakiraka aparecen uno tras otro. Aquí ocurre un momento crucial: cuando Griffith está a punto de ser alcanzado por un dardo envenenado, la princesa, sin pensarlo, se interpone y recibe el impacto en su lugar

Con la princesa gravemente envenenada, el tirador salta y la batalla se intensifica. Es aquí donde vemos la crudeza característica de Berserk: Guts, con su espada, parte en dos al enemigo en un panel increíblemente ilustrado. Sin embargo, los Bakiraka no se rinden fácilmente. El líder de los mercenarios les ofrece un trato: entregar a la princesa a cambio de curarla con el antídoto. Ante la desesperación, no les queda más opción que ceder, ya que su vida está en juego.
La pelea continúa, y los Bakiraka lanzan una serie de ataques estratégicos, que en realidad eran solo una distracción. Desde un punto ciego, el más grande del grupo arremete con una lanza guiándose por la luz emitida por la lámpara que portaban. Un segundo lanzamiento deja a Guts bastante agotado, y es aquí donde Judeau demuestra su ingenio. Él idea un plan brillante: le indica a Pippin que, cuando le dé la señal, golpee la pared con su martillo de guerra, luego procede a apagar la lámpara que era su única fuente de luz, dejándolos completamente a oscuras.

Una vez en completa oscuridad, Judeau lanza un cuchillo en dirección de donde provenían las lanzas, generando una chispa que revela la ubicación exacta del atacante. Sin perder tiempo, lanza dos cuchillos más, eliminándolo de inmediato en otro panel espectacular. Acto seguido, Judeau da la señal y Pippin golpea la pared nuevamente, iluminando a los enemigos ocultos que estaban listos para atacar. Aprovechando el factor sorpresa, Casca y Guts acaban rápidamente con ellos.

Cuando parece que la batalla ha terminado, Pippin detecta un olor extraño en el aire y advierte que no enciendan fuego, sospechando que podría tratarse de pólvora. De repente, aparece la última miembro de los Bakiraka, una mujer que usa la pólvora para desatar una gigantesca llamarada. Gracias a la experiencia previa de Pippin con la pólvora, logran escapar por los pelos. Sin embargo, la mujer no corre con la misma suerte, ya que el rey, al enterarse de su fracaso, decide terminarla.
Con la princesa en mal estado de salud, aprovecha su último aliento para pedirle a su padre, el rey, que perdone a su sirvienta. Con una sonrisa hipócrita, él accede a su petición. Pero la princesa va más allá y le suplica que también perdone a Gríffith y le permita escapar. El rey, con su falsa benevolencia, le jura que ya no lo perseguirá… aunque en el fondo de su corazón sabe que es una mentira descarada.
Los perros demoníacos
Tan pronto como la princesa es llevada fuera de su vista, su expresión cambia por completo. Con una mirada enferma y llena de odio, ordena enviar a los temidos Perros Demoníacos.
Estos guerreros fueron conocidos por su brutal eficiencia en la guerra pasada, pero también se ganaron una temida reputación debido a sus actos bárbaros y criminales. Aquí es cuando escuchamos el nombre de su capitán… Wyald.
Los siguientes paneles nos presentan a este perturbador personaje en toda su gloria macabra. Se le muestra en una habitación rodeado de mujeres, dejando en claro su naturaleza sádica y desenfrenada. Es en este punto donde se revela un detalle clave para la historia:
Uno de sus subordinados irrumpe en la habitación con un mensaje urgente. Le informa que el rey ha dado órdenes personales para él. Pero Wyald, completamente desinteresado, responde con su característica arrogancia, afirmando que está “ocupado” y que tiene algo importante que hacer más tarde.
Sin embargo, cuando su subordinado menciona que la orden está relacionada con la Banda del Halcón, su actitud cambia por completo. Su mirada se afila y, con una sonrisa perturbadora, deja claro que su “asunto pendiente” no era otro que este.
Este arco es crucial dentro de la historia, ya que nos presenta a un personaje que, si aún no lo has adivinado, es un apóstol, al igual que Zodd el Inmortal o el Conde. Estos seres, por más poderosos que sean, están controlados por una fuerza mucho mayor que ellos. Aunque creen tener total libertad sobre sus acciones, la verdad es que sus caminos siempre los conducen a un mismo destino inevitable.
Wyald no es la excepción. Este siniestro personaje personifica la lujuria y el libertinaje desenfrenado. Se considera libre, sin cadenas que lo aten… pero más adelante la historia demostrará lo contrario.
Con el Eclipse acercándose, los apóstoles pueden sentir que la hora del festín está por llegar. Wyald también lo percibe, pero a diferencia de los demás, que esperan ansiosos esta macabra celebración, él tiene otros planes. Su deseo es demostrar que no está atado a los designios del destino.
Para ello, su objetivo es claro: acabar con Griffith y probar que no es el portador del Huevo Carmesí, uno de los cinco elegidos, y por lo tanto, dueño absoluto de su propio destino
A continuación se nos revela un poco sobre el pasado de Wyald: cinco años atrás, ante la falta de tropas, el rey tomó una decisión desesperada… Incorporar criminales a su ejército. Fue entonces cuando apareció este personaje extraño y macabro. Desde el primer momento, el rey notó algo inhumano en él, ya fuera su mirada perturbadora o su imponente físico.
Wyald se presentó con arrogancia ante el rey, asegurando estar listo para comandar a los criminales. Su argumento era simple: en la prisión impera la ley del más fuerte, y él se había ganado su lugar en la cima. Sin embargo, esta afirmación no fue bien recibida por los demás prisioneros. Uno de ellos, Barbo el Rompearmaduras, un gigante de fuerza descomunal, desafió a Wyald ante el rey, proponiendo un combate para definir quién merecía el título de líder. El rey, intrigado, aceptó la propuesta.

Con su retorcida sonrisa, Wyald aceptó encantado, pero impuso sus propias reglas. Le dijo al guardia que no era necesario quitarle los grilletes ni darle un arma… “Así es más divertido”, declaró con una escalofriante seguridad. Desde este punto, podemos ver claramente la personalidad sádica de Wyald: disfrutaba imponiendo su autoridad a través del miedo y la violencia, y además encontraba placer en ponerse en desventaja solo para demostrar su poder.
Antes de iniciar el combate, Wyald lanzó una amenaza que dejó a todos en silencio: “Cuando acabe con él, su cuerpo será la nueva estatua de la torre, como regalo para su majestad.” Sus palabras no eran una simple bravuconada, sino una prueba de su brutalidad, dejando claro que nadie podía desafiar su dominio. Sus manos encadenadas no significaban nada… estaba atrapado solo porque así lo quería.
El combate fue fugaz… si es que se le puede llamar combate.
Cuando Barbo, confiado en su fuerza, intentó lanzar un golpe, Wyald se movió con una velocidad aterradora. Lo siguiente que vemos en los paneles es la mirada de puro terror en los prisioneros, quienes contemplaban atónitos el macabro espectáculo. La escena culmina con la imagen de Barbo empalado en la punta de la torre, cumpliendo la promesa de Wyald de convertirlo en una advertencia viviente para todos.
Así nació la temida Banda de los Perros Demoníacos. Según el rey, su poder rivalizaba con el de la Banda del Halcón, pero su brutalidad y falta de moral eran inaceptables.
Dondequiera que estos soldados fueran enviados, el campo de batalla se transformaba en un infierno… saqueos, masacres e injusticias caían incluso sobre los más jóvenes e indefensos. Por esta razón, el rey, a pesar de su necesidad, los mantenía en los rincones más alejados de la guerra, temiendo que su presencia manchara la reputación del ejército real.
Pero ahora, su odio hacia Griffith era más fuerte que su miedo. Estaba dispuesto a usar a Wyald y su ejército de monstruos para acabar de una vez por todas con la Banda del Halcón… y con su odiado enemigo.
Tras su escape, Guts y los demás encuentran refugio en una pequeña aldea que aún le guarda lealtad a Griffith. En este punto, la historia nos ofrece un respiro… Unos paneles que nos permiten relajarnos por un momento e incluso disfrutar de un alivio cómico. Sin embargo, esta tranquilidad no es más que la calma antes de la tormenta.

El inicio de la persecución
El capítulo llega a su fin con la inquietante llegada de Wyald y sus tropas al poblado. La joven que ayudó a los fugitivos es quien los recibe, y de inmediato podemos ver en su rostro el reflejo de un terror indescriptible. Sus ojos lo dicen todo: el horror se avecina.
En contraste, Wyald la observa con su enfermiza y oscura mirada, soltando la temida pregunta: “¿Dónde está Griffith?”
El pánico de la chica es palpable… y es en ese instante cuando la verdadera tragedia se desata. Lo que parecía un momento de descanso tanto para los personajes como para nosotros, los lectores, se transforma en una horrible pesadilla.

Las tropas de Wyald han iniciado su cacería, persiguiendo a Guts y su grupo sin descanso. Los paneles nos sumergen en un ambiente grotesco y perturbador, capturando a la perfección la retorcida personalidad del villano.
El grupo llega a un puente, y Judeau sugiere aprovechar el terreno para tenderles una trampa. Lamentablemente, el enemigo está demasiado cerca, no hay tiempo suficiente para prepararse. En un acto de valentía, Guts decide quedarse para ganarles algo de tiempo, y Pipin se une a él sin dudarlo.
Las tropas de Wyald, impulsadas por el miedo que le tienen a su comandante, avanzan sin titubear. Están tan aterrorizados por él que ya no temen a la muerte.
Cuando finalmente Wyald entra en la batalla, queda claro que, incluso luchando juntos, Guts y Pipin están en desventaja. La sed de sangre del enemigo es abrumadora, y su fuerza supera todo lo imaginable.
Desesperados, el grupo prepara una última jugada. Usando pólvora, Casca da la señal de retirada. Guts y Pipin cruzan el puente a toda prisa, mientras el hedor a pólvora inunda el aire.
Wyald, lejos de detenerse, muestra una inquietante emoción. Su perversión lo lleva a ignorar el peligro, avanzando sin importar las consecuencias.
Es entonces cuando, al paso de los Perros Demoníacos, la pólvora estalla en una explosión devastadora…
De la nube de polvo y escombros, emerge nuevamente la silueta imponente de Wyald. A su alrededor, algunos de sus hombres sobreviven a la explosión, pero sus rostros reflejan miedo y cautela. Saben que el camino está lleno de trampas y que la persecución podría costarles la vida.
Es en este punto donde Wyald, fiel a su naturaleza brutal y despiadada, decide tomar medidas extremas. Con un gesto de crueldad desmedida, acaba con uno de sus propios hombres para infundir un terror aún mayor en los demás. Su mensaje es claro: no hay marcha atrás, solo un destino inevitable de sangre y destrucción. Este acto de barbarie no solo siembra el pánico en sus filas, sino que también deja en evidencia su insaciable deseo por el combate, avanzando sin importar las consecuencias.
A pesar de la astucia de Guts y sus compañeros, quienes han logrado tender varias trampas que diezman las filas de los Perros Demoníacos, la persecución los lleva finalmente a un punto crítico. Allí, los halcones reciben refuerzos. Liderados por Corkus y con una abrumadora superioridad numérica, los halcones se enfrentan en una batalla campal contra las huestes de Wyald.
Guts, consciente de que su enemigo es más que un simple humano, toma la firme decisión de enfrentarlo cara a cara.
El Combate Contra los Perros Endemoniados
La batalla comienza con una intensidad brutal. Casca asegura a Griffith y se lanza al combate, mientras el campo de batalla se llena de caos. Guts se enfrenta cara a cara con Wyald, un enemigo que, sorprendentemente, logra contrarrestar los poderosos ataques de la enorme espada de Guts usando solo un garrote de madera. En medio del choque, hay un panel espectacular: Wyald atrapando la espada de Guts con sus propios dientes, una imagen que deja claro el nivel de locura de este enemigo.
Wyald lanza un golpe devastador que derriba a Guts de su caballo. Pero Guts usa la inercia de la caída y la espada atrapada para impulsarse y conectar una patada doble en el rostro de Wyald, derribándolo y recuperando su arma en el proceso.
Wyald, lejos de amedrentarse, muestra un placer casi enfermizo por la pelea. Mira a Guts con una sonrisa torcida, llamándolo su “manjar” y felicitándolo por la diversión que le está brindando. Ambos continúan el combate ahora a pie. Wyald, con una expresión de anhelo, le suelta a Guts que no puede esperar más para devorarlo, dejando entrever sus macabras intenciones.
Mientras tanto, vemos a Griffith, atrapado en su propio cuerpo deteriorado, deseando unirse a la batalla pero completamente incapacitado. Por otro lado, los Halcones demuestran su superioridad sobre los Perros Endemoniados, ganando terreno poco a poco. Los sobrevivientes informan la situación a su capitán, pero este, con una crueldad desmedida, les arroja un árbol que ha arrancado con sus propias manos, aplastando a sus propios hombres.

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ToggleLa Transformación en Apóstol de Wyald
Es entonces cuando Wyald revela su verdadera forma. En paneles impactantes, lo vemos transformarse en un Apóstol: una criatura gigantesca, con una enorme boca y tres ojos que irradian maldad pura. El combate se reinicia con renovada brutalidad. Wyald arranca un árbol y lo usa como garrote, lanzando a Guts por los aires con un solo golpe. Casca, paralizada por el miedo, es derribada por su propio caballo asustado. Wyald se abalanza hacia ella con intenciones oscuras.
Corkus ordena disparar con ballestas, logrando salvarla temporalmente, pero esto solo enfurece más a Wyald, quien desata su furia contra la Banda del Halcón, aplastando y devorando sin piedad. Corkus, viendo la masacre, ordena la retirada. Casca intenta desesperadamente que Guts reaccione, apelando a la promesa de que la llevará con él.
Wyald aparece de nuevo, agarrando a Casca con una sola mano y despojándola de su armadura, dejando claras sus intenciones. El grito de Casca despierta a Guts, quien, con una furia renovada, corta la enorme lengua de Wyald y luego su brazo, liberándola. Guts le pide que se aparte, decidido a enfrentarse solo a la bestia.
El duelo continúa con ferocidad. Guts logra asestar varios golpes certeros, derribando a Wyald. Pero la criatura no se rinde fácilmente; atrapa a Guts con sus pies y lo lanza contra múltiples obstáculos, dejándolo casi inconsciente. En ese estado, Guts recuerda su brutal entrenamiento y la razón detrás de él: vencer a Zodd.
Justo cuando Wyald está a punto de atraparlo de nuevo, Guts despierta y le asesta cortes rápidos. Al borde de sus límites, tanto física como mentalmente, decide jugar su última carta: una trampa. Engaña a Wyald usando un cuerpo como señuelo y, en un ataque sorpresa, se lanza sobre él, clavándole la espada y sujetándolo por el cuello. Así termina el combate, con Guts herido pero victorioso, y Wyald aparentemente derrotado.
El Verdadero Final
Tras la batalla, la Banda del Halcón se toma un respiro. Casca atiende las heridas de Guts mientras todos celebran su aparente victoria y el rescate de Griffith, soñando con recuperar la gloria perdida. Pero la calma es efímera. Wyald, aún con vida, se levanta y arremete contra algunos soldados, dirigiéndose directamente hacia Guts y Griffith.
Wyald toma a Griffith y, desesperado, le exige que invoque a los ángeles guardianes para salvarlo, proclamándolo el portador del Huevo Carmesí. La banda intenta intervenir, pero Wyald rompe su espíritu mostrando a un Griffith completamente inútil, incapaz de luchar. Al observarlo detenidamente, Wyald se da cuenta de que Griffith no tiene el Huevo Carmesí.
En ese momento, ocurre algo inesperado: Zodd aparece en su forma de Apóstol detrás de Wyald. Tras un breve intercambio de palabras, Zodd revela que, aunque los Apóstoles actúan según su propia voluntad, esta nunca puede estar por encima de la Mano de Dios. Con esta declaración, Zodd acaba con Wyald, cuya alma es arrastrada por un vórtice junto con todas las almas atadas a él, dejando atrás el cuerpo vacío de un anciano.
El combate ha terminado, pero para Guts, solo quedan preguntas sin respuesta.
